LES DEJO ESTA NOTA
EN EL MARCO DEL ANIVERSARIO DE NOH-BEC
Por Tiberio Tadeo
Semblanza del último eslabón de la fundación del
Ejido de Noh-bec
Esta mañana sin pensar más me dispuse a visitar a
mis padres saqué el auto lo arranque y en unos momentos ya estaba junto con mi
familia en carretera, en el camino me iba carcomiendo el pensamiento la idea de
visitar al conocido fundador de Noh-bec Clemente Góngora, al llegar al pueblo
deje a todos y me preparé para abordarlo, con cierta tensión me acerqué a el y
le pregunté que si me regalaba un ratito de su tiempo, lo que aceptó gustoso.
Ya dentro de su muy humilde vivienda y a pesar de
ser el último eslabón de la fundación del pueblo, debidamente reconocido,
sentado en su hamaca, rodeado de algunas cosas viejas, una desgastada mesa de
madera cuyas cicatrices me aseguran que los cuchillos han herido en incontables
ocasiones su textura y que tal vez es de su misma edad, abrigado por su
inseparable soledad que lo ha acompañado durante años, sus facciones revelan
bondad a mi atrevida forma de abordarlo, me invita a sentarme cuya invitación
no desprecio y me dispongo a entrevistar a este histórico personaje, que ya
cuenta con más de ocho décadas de existencia.
Con incontables arrugas en el rostro que
delatan su incansable andar por los años no muy bien vividos, el pelo blanco
mudo testigo de sus glorias y desdichas de un hombre que nació con estrella,
pero que el destino lo trajo a Noh-bec para ser parte fundamental de la
historia, sentado en la vieja hamaca se mece levemente haciendo rechinar las
sogas que la sostienen, mientras observa cuidadosamente hacia el pasado, trata
de atraer sus recuerdos tras mi primer pregunta.
Me doy cuenta que se sabe desdichado, melancólico,
deseoso de un pasado feliz que simplemente no tuvo la oportunidad de vivir, sin
embargo esboza un sonrisa quimera que casi me asegura que su niñez fue de
felicidad.
Después de haberle lanzado la primer pregunta quedé
mas confundido que cuando empecé así que me dispuse a escudriñar más a fondo de
la vida de Chiquitín que es como lo conocen, para darte a ti amigo lector el
privilegio de conocer algunas cosas que no sabes del último fundador de Noh-bec
debidamente reconocido por el ejido gracias a una indeseable
circunstancia que tuvo que vivir cuando era un niño.
¿Cuando vino usted y a qué edad llegó?
−Llegamos en 1936 tenía yo de siete a ocho años,
vine con mi papa, a los señores de los que me acuerdo de esa época eran don
Antonino Cruz que no era ejidatario, Don José Blanco, había otro señor que le
decían Mata Siete nunca supe su nombre ni sé de donde vino, Don Jesús Hernández
también, Don Emiliano Torres que es de los antiguos, Pilar Acosta, Juan
Sobrevilla, Don Chon Reyes− dice Chiquitín mientras la nostalgia se dibuja en su rostro sabiendo
que fueron sus amigos, yo admirado interrumpo su conversación y le hago saber
lo privilegiado que me siento de estar conviviendo con él, lo que aprovecho
para continuar las preguntas.
¿Qué siente usted al recordar a esas personas?
−Me da tristeza porque fueron mis amigos, mis
conocidos, con ellos platicaba y ya no están, no puedo hacer nada porque ya
murieron bueno me refiero a algunos, porque yo tengo amigos pero son poquitos,
como Esteban Tadeo, antes me gustaba ir y platicar con el pero ya no puedo por
mis rodillas, estoy enfermo− me dice, mientras veo que se pasa la mano por la
rodilla tratando de borrar el malestar, lo observo y lo cuestiono sobre sus
padres.
¿Cómo se llamaba su papá?
−Mi papá se llamaba Mario García, yo soy Clemente
Góngora Martínez, el no era mi papá de sangre el me creció solamente, mi padre
de sangre no lo conocí y mi mamá me contaban antes que se llamaba Francisca
Martínez, pero no la conocí era yo muy niño cuando murió−.
Se queda callado mientras sus recuerdos anhelantes
tratan de formar una imagen que jamás vio, sin dejarlo caer en la tristeza
trato de reanimarlo preguntándole sobre su niñez, ya en el pueblo.
Me dice –Me acuerdo que mi papá me llevaba a la
milpa y llevaba un costalito para que yo pueda jugar ahí lo acompañaba en el
monte, no hacía nada solo jugaba pero tenía que estar cerca de él para que me
pueda cuidar−.
Esa respuesta me deja momentáneamente con un nudo
en la garganta ya que al responderme puede sentirse el cambio emocional en él,
en su rostro aparece una mágica sonrisa y me satura de sentimientos encontrados
que me catapultan violentamente hacia mi niñez.
Tras el efecto de la emoción, me repongo y abordo
mi entrevista de nuevo.
¿Cómo recuerda su niñez?
−Cuando mi papá chicleaba yo jugaba fui feliz ya
que no me obligaba mi padre a trabajar, en el paso de los años el pueblito
crecía poco a poco, pero no había muchos niños así que mi niñez prácticamente
me la pasé en el monte con mi papá así fui creciendo pero un día lo mataron a
balazos, por esa razón heredé sus derechos del ejido porque él era ejidatario
aquí en Noh-bec−.
Se queda en silencio y con la mirada perdida en ese
penumbroso escenario, al ver que se aleja de esos pasajes, respeto su
insinuación y abordo rápidamente su vida de hombre adulto.
¿Fue usted un hombre mujeriego o fue todo un
caballero?
−No nunca tuve novia y la mujer que tuve ya estaba
yo de edad, la hija de Don Vences fue mi mujer, de ahí me separe y tiempo
después me casé con la difunta Elda Cardoz ella era de Campeche, la conocí
aquí, ella era una mujer separada y nos juntamos para vivir, fui feliz con ella
nunca tuve problemas pero ya se fue−.
Sonríe mientras recuerda los años maravillosos en
los que una mujer compartió su vida con él, perdiendo su mirada en el infinito
se asoma al pasado, mientras aprovecho para formular la siguiente pregunta.
Por cierto, ¿de dónde es oriundo usted?
−Bueno hasta donde yo sé, me acuerdo que mi papá me
decía que yo soy de origen beliceño, pero no conozco a ningún familiar, aquí
crecí y la gente de Noh-bec es la que conozco a nadie más, aquí estoy tranquilo
toda mi vida he sido tranquilo, nunca tuve problemas−.
Eso lo puedo asegurar porque nunca he
sabido que el este metido en líos.
¿Qué trabajos realizó aquí en Noh-bec?
−Pues en el corte de caoba, las tareas para abrir mempas
y wines, el chicle, benque, había que hacer fajinas para apagar la lumbre, todo
lo relacionado con el trabajo del campo, en el chicle conocí a Esteban Tadeo y
sus hermanos, pero con el que más me llevo es con él porque es un amigo fiel−.
Al comentarme eso de mi padre me hace sentir un
escalofrió pues asegura que mi padre le hizo un favor que le agradecerá toda su
vida, pero escucho atento su conversación.
–Ahora me llevo con Aristeo Blanco y con Otilio
Mendoza ya que somos vecinos y nos da tiempo de platicar por que están aquí
cerquita–.
¿Me puede comentar que favor le hizo mi padre?
−Si es que hace muchos años yo trabaje para una
empresa que abría caminos, entonces en un accidente me atropelló un carro y
estuve en cama mucho tiempo, la empresa no me respondió y de aquí nadie me
ayudó, entonces un día mientras yo estaba en cama llegó a visitarme y me trajo
mercancía y estuvo ayudándome con víveres mientras yo estaba en cama por varias
semanas, entonces a raíz de hace dos o tres años no quería dejar de agradecerle
el favor y lo fui a ver y le dije que no tenía dinero para pagarle pero que si
quería que le daba mi parcela, me contestó que no le debo nada que lo hizo por
ayudarme solamente, por ese motivo decidí heredar mi derecho agrario a huacho
tu hermano−.
La respuesta me dejó sin palabras ya que sabía algo
de ese tema pero no tan claramente como me lo dijo el asegurándome esto.
–Esteban hizo algo por mi por lo que lo considero
mi mejor amigo fiel como un hermano más que un hermano a veces quiero ir a
platicar con el pero ya no puedo me caigo por mi rodilla−.
Al preguntarle de su soledad, acepta que le afecta
mucho sin embargo asegura que trata de pasársela lo mejor que puede, ya que no
ve bien, pero me asegura que.
−Los años que viví con mi esposa fui feliz aunque
nunca iba a los bailes ya que la bailada nunca fue mi fuerte−.
Confirma que siente su corazón lleno de vida, pero
la edad ha hecho estragos en su humanidad, a veces los jóvenes se burlan de él,
lo que lo hace alejarse más de la incomprensible y egoista sociedad, no le
gusta atender a los burlescos adolescentes que quieren entrevistarlo y asegura
que ha dado al menos 4 entrevistas a medios oficiales de México y otros países,
en temas relacionados al trabajo de los primeros años de Noh-bec.
Al comentarme de sus entrevistas, recuerda un viejo
reconocimiento que emocionado me muestra, al cual tengo que pasar mi mano para
sacudirle el polvo y poder tomarle una foto, dicho reconocimiento fue entregado
por la vanidad y egoísmo de personas que solo quisieron adornarse con él,
presume un cuadro pintado a mano, en el que puede verse a su desaparecida
esposa que parece haber sido de buen ver en sus mejores años, me presume
algunas pertenencias con más valor sentimental que cualquier otra cosa.
Hoy
comparte su casa con un conocido de apodo Veracruz, un tipo al que le gusta
echarse los tragos y solo llega a pernoctar diariamente a su casa, quien
normalmente no se preocupa por atenderlo.
Al concluir lo convencí a que me dé la oportunidad
de llevarme conmigo unas imágenes de él en vida, culminando mi entrevista con
una sesión de fotos en las que posa como un modelo experimentado.
Clemente Góngora un hombre cuya baja estatura le
dio el mote de Chiquitín como lo conocen hasta los niños, es historia viva del
ejido y el pueblo de Noh-bec, hoy a sus aproximados 85 años de edad que ni el
mismo sabe con exactitud, suele vérsele sentado en el brocal de su pozo donde
diariamente su diversión es ver transitar a la gente, observa ansioso de la
atención de algún incauto que quiera charlar con él.
Finalmente me retiro mientras el abandona la hamaca
para despedirse siento que mi garganta se cierra, no quisiera dejarlo solo, me
da tristeza saber que así es su vida diaria acostado en su hamaca mirando las
palmas de guano del techo de su casa ennegrecidas por el humo de la fogata, un
perrito que le hace compañía rompe el silencio y me ladra mientras me
retiro, le echo un último vistazo y trato de guardar su imagen en mi mente, en
el mejor de mis recuerdos, a su arrugada faz se le ha borrado la momentánea
felicidad que le ha dado mi presencia, siento que me sigue con la mirada
mientras me retiro y no puedo evitar llorar contagiado de un dolor ajeno, mi
profesionalismo como entrevistador se ha visto vulnerado, me ganó el
sentimiento por la desdicha de un hombre que a pesar de tener tanto valor para
el pueblo, a pocos, pero muy pocos parece importarles.